Descripción:
Abril De 1937
El Aire Salino Del Mar Egeo Se Mezclaba Con El Sonido Del Oleaje Rompiendo Suavemente Contra Las Rocas De La Pequeña Isla. En Medio De La Guerra Civil Española, Miguel Jordán Kyriazis, Un Marino Mercante De Mirada Intensa Y Convicciones Firmes, Se Encontraba En Una Situación Precaria. La Lucha En Su Patria Había Llevado A Muchos Hombres A Elegir Bandos, Y Él, Impulsado Por Un Sentido De Deber Y Patriotismo, Se Había Alineado Con Los Sublevados. Sin Embargo, Su Misión Era Secreta Y Peligrosa: Debía Atacar Los Barcos Que Traían Ayuda Militar Desde La Unión Soviética A La República Española.
La Isla, Un Punto Estratégico En El Egeo, Servía De Base Para Las Operaciones Clandestinas De Su Bando. Allí, La Vida Cotidiana Se Entrelazaba Con La Tensión Constante De La Guerra. Miguel Había Sido Destinado A Esta Pequeña Porción De Tierra, Que A Menudo Parecía Una Prisión Más Que Un Refugio. Cada Amanecer, Las Olas Susurraban Historias De Héroes Y Traiciones, Mientras El Mar, Inmenso Y Azul, Se Convertía En Un Escenario De Encuentros Furtivos Y Decisiones Fatales.
La Figura Del Barón Katelios, Propietario De La Isla, Se Alzaba Como Un Símbolo De Opulencia Y Decadencia. Un Aristócrata En Medio De Un Conflicto Que No Parecía Perturbar Su Existencia, Había Hecho De Este Lugar Un Refugio Para Sí Mismo Y Su Esposa, Helena. El Barón, Con Su Porte Altivo Y Su Carácter Autoritario, Se Movía Por La Isla Como Si Fuera El Rey De Un Reino En Declive. Helena, Por Otro Lado, Era Un Enigma. Su Belleza Madurada Por Los Años Se Mezclaba Con Un Aire De Tristeza Que La Rodeaba, Como Un Velo Que Solo Algunos Podían Percibir.
Desde Su Llegada, Miguel Había Sentido Una Atracción Inexplicable Hacia Ella. Había Algo En Su Mirada, Una Chispa De Desesperación Que Lo Conmovía Y Lo Inquietaba A La Vez. Helena, Consciente De Su Poder De Seducción, Parecía Buscar En El Joven Marino Una Vía De Escape A Su Vida Monótona Y Opresiva. Las Largas Noches En La Isla, Donde La Brisa Del Mar Traía Consigo Susurros De Secretos, Los Unieron En Un Lazo Tenso Y Electrizante.
El Barón Katelios, Aunque No Ajeno A La Atracción Entre Su Esposa Y El Joven Marino, Prefería Ignorarla. Estaba Demasiado Absorto En Sus Propios Planes Y Ambiciones Como Para Preocuparse Por Los Sentimientos Ajenos. Sin Embargo, La Tensión Era Palpable. En Cada Encuentro Casual, En Cada Mirada Que Se Cruzaba Entre Miguel Y Helena, El Aire Se Cargaba De Emociones No Dichas.
Una Noche, Mientras El Barón Estaba Ausente Por Un Asunto Relacionado Con La Guerra, Helena Se Acercó A Miguel En La Terraza, Donde Las Estrellas Brillaban Intensamente En El Cielo Despejado. La Luna Iluminaba Sus Rostros, Y Por Un Instante, El Mundo Pareció Detenerse. “miguel,” Dijo Ella, Su Voz Un Susurro Casi Perdido En El Murmullo Del Mar, “siento Que El Destino Me Ha Atrapado En Esta Isla. Hay Algo Que Me Ahoga, Y Tú Eres La Única Persona Que Parece Entenderlo.”
Él, Sorprendido Por La Sinceridad De Sus Palabras, Respondió: “la Guerra Ha Traído Caos A Nuestras Vidas. Pero Hay Formas De Luchar, Helena. No Todo Se Reduce A Las Balas Y La Sangre. También Se Puede Luchar Con El Corazón.” Sus Ojos Se Encontraron, Y Por Un Momento, Ambos Comprendieron Que Sus Vidas Estaban Entrelazadas Por Un Hilo Invisible De Anhelos Y Deseos.
A Medida Que Los Días Pasaban, La Situación En España Se Tornaba Más Violenta. Las Noticias De Las Atrocidades Cometidas En Ambos Bandos Llegaban A La Isla, Y El Ambiente Se Llenaba De Tensiones Políticas Y Rumores De Traición. Miguel, Cada Vez Más Comprometido Con Su Misión, Se Vio Obligado A Salir En Varias Ocasiones Para Interceptar Los Barcos Soviéticos. Cada Regreso A La Isla Era Una Mezcla De Alivio Y Angustia; La Guerra Lo Cambiaba, Lo Transformaba En Algo Que Apenas Podía Reconocer.
Durante Una De Esas Ausencias, El Barón, En Un Intento Por Reafirmar Su Control, Decidió Organizar Una Fiesta En La Isla. Los Invitados Eran Miembros De La Élite Local, Simpatizantes Del Bando Sublevado Y Algunos Militares. La Música Sonaba A Través De Las Olas, Y Las Risas Resonaban En La Noche, Creando Un Ambiente De Falsa Normalidad. Pero Para Helena, La Celebración Era Una Burla A Su Situación. Se Sentía Atrapada Entre Su Vida Como Esposa De Un Aristócrata Y El Deseo De Liberarse De Las Cadenas Que La Mantenían Prisionera.
Esa Noche, Mientras Los Invitados Se Distraían En La Terraza, Helena Buscó A Miguel. Lo Encontró En Un Rincón Apartado, Observando El Horizonte. “miguel,” Lo Llamó Suavemente, Y Él Se Volvió Hacia Ella, Su Mirada Oscura Reflejando La Inquietud De Sus Pensamientos.
“helena,” Dijo Él, “no Deberías Estar Aquí. La Fiesta Es Para El Barón, No Para Nosotros.”
“¿y Qué Hay De Nosotros?” Preguntó Ella, Su Voz Temblando Con Emoción. “no Puedo Seguir Así, Atrapada En Esta Vida. Necesito Saber Que Hay Algo Más Allá De Esta Isla.”
La Desesperación En Sus Palabras Hizo Que Miguel Sintiera Un Tirón En Su Corazón. “¿qué Es Lo Que Deseas, Helena? ¿escapar? ¿volver A Una Vida Que Tal Vez Ya No Existe?”
“deseo Sentirme Viva,” Respondió Ella Con Fervor. “siento Que El Tiempo Se Me Escapa. Quiero Luchar Por Algo, Por Nosotros… Por La Libertad.”
Miguel, En Ese Momento, Comprendió La Profundidad De Su Conexión. Ambos Eran Prisioneros De Sus Circunstancias, Pero También Eran Guerreros En Busca De Una Causa Mayor. Sin Pensarlo, Tomó Su Mano, Y Juntos, Se Alejaron De La Multitud, Buscando Un Refugio En La Oscuridad De La Isla.
El Silencio Que Los Rodeó Era Tranquilizador, Pero También Estaba Cargado De Una Tensión Palpable. Miguel Se Volvió Hacia Helena, Sus Ojos Reflejando La Luz De La Luna. “podemos Hacer Algo, Helena. No Solo Ser Testigos De Esta Guerra, Sino Ser Parte De Ella. Podemos Luchar Juntos, Y Tal Vez Encontrar Nuestra Libertad En El Proceso.”
Ella Lo Miró, Sus Ojos Llenos De Determinación. “¿y Cómo Lo Hacemos? ¿cómo Luchamos Contra Un Enemigo Tan Poderoso?”
“no Lo Sé,” Admitió Él, “pero Juntos Podemos Encontrar Un Camino. Hay Otras Formas De Resistencia, No Solo A Través De La Violencia, Sino A Través De La Unidad Y La Solidaridad.”
Esa Noche, Los Dos Se Prometieron No Dejarse Vencer Por La Desesperanza. Sabían Que El Camino Por Delante Sería Peligroso, Pero También Estaba Lleno De Posibilidades. Al Día Siguiente, Miguel Se Preparó Para Su Próxima Misión. Sabía Que Cada Salida Al Mar Podría Ser La Última, Y Su Corazón Se Llenó De Incertidumbre Al Pensar En Dejar A Helena Sola En La Isla.
Mientras Navegaba En Su Pequeño Bote, El Océano Se Extendía Ante Él, Vasto E Impredecible. El Sol Brillaba Intensamente En El Cielo, Pero Miguel No Podía Evitar Que Una Sombra De Preocupación Lo Acompañara. Sabía Que La Misión De Interceptar Los Barcos Soviéticos Era Crucial, Pero Su Mente Regresaba Una Y Otra Vez A Helena. Su Presencia Se Había Convertido En Un Faro En Medio De La Tormenta.
En El Mar, El Tiempo Se Volvió Difuso. Miguel Logró Interceptar Un Barco Cargado De Suministros, Y En Un Enfrentamiento Breve Pero Intenso, Demostró Su Valía Como Corsario. Regresó A La Isla, Su Corazón Lleno De Una Mezcla De Orgullo Y Miedo. Al Llegar, Encontró A Helena Esperando En La Playa, Su Figura Recortada Contra El Ocaso. Sus Ojos Se Iluminaron Al Verlo, Y Él Supo Que, Sin Importar Lo Que Sucediera, Había Tomado La Decisión Correcta Al Luchar.
Esa Noche, Bajo El Manto Estrellado, Miguel Y Helena Compartieron Sus Esperanzas Y Temores. El Mar, Con Su Poder Indomable, Se Convirtió En Un Testigo Silencioso De Su Amor. La Guerra Seguía Su Curso, Pero En Medio De La Oscuridad, Habían Encontrado Una Chispa De Luz Que Iluminaba Su Camino.
Los Días Se Convirtieron En Semanas, Y La Tensión En La Isla Crecía. Los Rumores De Un Ataque Inminente Por Parte De Las Fuerzas Republicanas Llegaron A Oídos Del Barón. En Un Intento Por Proteger Su Dominio, Decidió Reforzar La Seguridad De La Isla, Y Los Sublevados Se Volvieron Más Desconfiados. Miguel Y Helena Sabían Que Su Tiempo Juntos Se Estaba Agotando.
Una Noche, Mientras Se Escondían En La Cueva Que Habían Hecho Su Refugio, Helena Se Volvió Hacia Miguel. “si El Barón Descubre Nuestra Relación, No Dudaría En Deshacerse De Ti. Debemos Encontrar Una Manera De Salir De Aquí, De Escapar De Esta Locura.”
“lo Sé,” Respondió Él, La Preocupación Pintada En Su Rostro. “pero La Guerra Nos Rodea. ¿a Dónde Iríamos?”
“hay Rumores De Un Grupo De Resistencia Que Opera En Las Montañas. Podríamos Intentar Unírnosles,” Sugirió Ella, Su Voz Cargada De Determinación
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Autor:
Arturo Perez Reverte
Editorial:
Alfaguara;
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